Hay muchos asuntos tratados en la Congregación General que no se traducirán en decretos. La Compañía busca tomar el pulso así a determinados aspectos de la misión que son trabajados por un grupo de expertos y posteriormente discutidos en el aula de la Congregación.
Uno de los temas ha sido la promoción de vocaciones y sobre ello hemos estado hablando con el Padre Carlos Carneiro, actual maestro de novicios de la provincia portuguesa. El P. Carneiro se ha dedicado al mundo de las vocaciones durante toda su vida como jesuita – “ha sido mi china desde que llegué a la provincia,” bromea – y destaca tres principales aspectos de la Compañía que resultan hoy atractivos para la gente joven. Lo primero es la amistad entre los jesuitas, “los jóvenes se entusiasman al conocer a este cuerpo de amigos en el Señor, capaz de amar, soñar, y vivir juntos.” La capacidad de juntar profecía y profundidad también es un gran reclamo para quienes hoy buscan por dónde formular su “algo más” en la vida. El P. Carneiro lo apunta como “trabajar desde dimensiones de denuncia, profecía, novedad, e incluso riesgo… pero al mismo tiempo con profundidad y calidad.” Otro rasgo importante hoy es nuestro ser hombres de Dios enraizados en el mundo, queriendo amar el mundo “casi tanto como Dios lo ama.”Ayudaría mucho a la promoción de vocaciones, dice Carlos, “no hacer propaganda, sino dar un testimonio claro de una vida feliz, no sin dificultades.” Acerca de las formas insiste en que “no se trata de pescar, sino de sembrar,” en un trabajo de acompañamiento y seguimiento que hoy más que nunca es absolutamente personal e individual. Es importante también reconocer que no se trata de un trabajo sólo de unos pocos responsables, sino de una dimensión que envuelve a todo el cuerpo de la Compañía. Ayudaría mucho a la promoción el que todos asumiéramos esta corresponsabilidad.Trabajar en vocaciones supone reformular continuamente la esencia de nuestro ser Jesuitas. Para el P. Carneiro se trata de un innegociable amor a Jesús, complementado por una castidad para ser vivida con la gente, una pobreza que lleva a la sencillez, y una obediencia que permite vivir la libertad. Nuestro carisma, dice Carlos, es estar en las fronteras de un modo cualificado, y ser universales “no sólo por estar en muchas partes, sino principalmente por estar con la mente abierta y el corazón en Dios.”
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