terça-feira, 15 de janeiro de 2008

CG 35ª


Crônica
La jornada de hoy comenzó con un momento de oración en común, como se ha hecho ya habitual. En este caso la oración nos invitaba a pedir a Dios el don del discernimiento de manera que sepamos reconocer su voluntad en estos momentos particulares de nuestra historia humana, eclesial y jesuítica. Se propuso una cita de la Congregación General 32ª, que me pareció pertinente presentar a todos los que reciben estas crónicas. Contamos, sobre todo, con su oración por este proceso que vamos viviendo y sentimos la unión de los ánimos alrededor de este proceso de discernimiento que vivimos en común:
“Esto exige discernimiento: el discernimiento espiritual que San Ignacio nos enseña en la experiencia de los Ejercicios. Hemos de aplicarlo, igualmente, para conocer más profundamente movimientos, aspiraciones y combates que agitan a nuestros contemporáneos: cuanto conmueve el corazón de la Humanidad. Nuestra misión hoy es, pues, predicar y hacer conocer a Cristo de tal manera que todos puedan reconocer a Aquel que, desde el origen del mundo, ha querido hacerse presente entre los hijos de los hombres y se ha complacido en trabajar en su historia. En el cumplimiento de esta misión debemos persuadirnos más que nunca que «los medios que juntan el instrumento con Dios y le disponen para que se rija bien de su divina mano, son más eficaces que los que le disponen para con los hombres» (Const. 813)” (CG 32ª d. 4 nn. 10-12).
Toda una plegaria invitándonos a mantener una actitud de ‘escucha’ de los movimientos, aspiraciones y combates que agitan el corazón de la humanidad, haciéndonos libres interiormente e ‘indiferentes’, al mejor estilo ignaciano, para llevar a feliz término el discernimiento que estamos llamados a realizar como Congregación General.
Vino luego la aprobación de las normas sobre la comunicación al exterior que regirán durante toda la Congregación, y de una manera especial durante esta semana determinante de elección del Superior General. Normas muy estrictas que todos aprobamos y que estamos tratando de respetar en toda su integridad. Se trata de proteger la libertad y privacidad de las decisiones que se toman para bien de toda la Compañía y de la Iglesia.
Enseguida, se dio tiempo para que los ‘electores’ leyeran el documento de renuncia del P. General y se abrió un tiempo de discusión sobre si se debía o no aceptar el deseo del P. Kolvencbach. Ya para estas horas es pública la carta que ha enviado en el día de hoy el Secretario de la Compañía, P. Frank Case, informando que la Congregación General ha aceptado la renuncia del P. Kolvenbach y que ha determinado que la elección de su sucesor se realice el día sábado 19 de enero de 2008. Pueden leer las palabras del P. Valentín Menéndez, en nombre de toda la Compañía y la respuesta del P. Kolvenbach, en la página de los jesuitas de España:
http://www.jesuitas.es/
Una vez aceptada la renuncia del P. Kolvenbach, la Congregación comenzará mañana los cuatro días de oración y discernimiento conocidos como ‘quatridium’ o el tiempo para las ‘murmuratio’, durante los cuales, los electores tendremos la posibilidad de solicitar y ofrecer información a los demás miembros de la Congregación, siguiendo unas normas también muy estrictas que garantizan la libertad de todos los electores en su proceso de discernimiento. Todos estamos invitados a no tomar una decisión definitiva sino el día mismo de la elección después de estar reunidos en el Aula de la Congregación.
Este sistema ha mostrado ser muy eficaz durante los algo más de cuatro siglos y medio de existencia de la Compañía de Jesús. El próximo Superior General será el trigésimo en la historia de la Compañía. Entre los veintinueve Prepósitos Generales elegidos hasta el momento, diez y seis –más de la mitad– han sido elegidos en el primer escrutinio. Hay que recordar que, para ser elegido, el candidato debe recibir por lo menos la mitad más uno de los votos. Este fue el caso del P. Kolvenbach en el año 1983 y, desde luego, el caso del mismo Ignacio, quien además tuvo todos los votos posibles, es decir, todos menos el suyo, evidentemente. El P. Charles de Noyelle, quien gobernó la Compañía entre el 5 de julio de 1682 y el 12 de diciembre de 1686, también obtuvo todos los votos posibles.
La Eucaristía fue presidida hoy por el P. José Alberto Idiáquez, Provincial de Centroamérica. Lo acompañaron el P. Valentín Menéndez y Jesús Sariego, quien predicó. Nos invitó a dar gracias a Dios por la vida del P. Kolvenbach, un gran hombre que se distinguió, como señaló el Cardenal Rodé, “por su fidelidad, su sabiduría, su rectitud, su ejemplo de humildad y pobreza”…Sariego destacó particularmente el hecho de que un cardenal de la Iglesia alabara al Superior General de los jesuitas por estas dos últimas virtudes tan poco comunes en personajes de tanta talla y recordaba cuando llegó el P. General a Panamá, que el Arzobispo esperaba que salieran las ‘valijas’ del P. Kolvenbach… y éste le respondió: “El P. General de los jesuitas no solamente es pobre… también tiene que parecerlo…”.
Terminamos el día, pues, dando infinitas gracias a Dios por el regalo que ha sido la vida y el servicio del P. Kolvenbach. Un hombre que ayudó a toda la Compañía a mantenerse fiel a su carisma y a la Iglesia, sin perder el impulso y la ‘fidelidad creativa’. Dimos gracias por su vida y por la de todos los que le apoyaron en sus distintos equipos de trabajo a lo largo de casi veinticinco años. Sigamos pidiendo para todos los electores, el don del discernimiento, con el que comenzamos el día.
Por Hermann Rodríguez Osorio, S.J.

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